Al comienzo siempre me exijo responsabilidad, me conozco y sé que solo puedo tomar cerveza, que mezclar me transforma, me convierto en un ser desconocido, en algo que soy incapaz de controlar. Sin embargo la rutina es infalible. Después de un rato ya no me aguanto y quiero dejar salir al otro lado de mi ser, a ese que es incapaz de pronunciar un frase completa, que al parecer es argentino (eso me han dicho) y con unas insaciables ganas de levantar. A lo que sude y bote sangre.
Yo no conozco a ese otro que vive en mi, pero se perfectamente como hacerlo manifiesto. Todo está en prenderme con unas cervezas, luego pasar a algo mas fuerte, preferiblemente guaro. Con una sola copa el brebaje se conforma. Se mezcla todo en mi interior y la noche para termina. Para él evidentemente comienza.
El fin de semana se acaba, y comienza mi investigación. Nunca he recuperado la imagen completa, pero ha sido un buen ejercicio la exégesis, pues me ha enseñado algunas técnicas que podrán ser útiles cuando lleve a cabo la monografía. Así se va la semana, entre clases y lecturas, la espera del viernes, la detectivesca indagación sobre lo que sucedió cuando él hizo presencia, recuperar esas horas que se escabullen de mi vida. Eventualmente me entero que en algún momento le cogí el culo a una vieja. Pero no fui yo, fue él, lo juro, yo no soy así.
Salgo de clase tratando de evitar miradas y estoy pensando en las técnicas de extracción de información que me han facilitado diversos amigos. Busco la victima entre la lluvia y la neblina, saco un cigarrillo de chocolate y me lo pongo en la boca. Levanto el cuello de mi gabardina y me escondo entre los hombros. Ella ya se dió cuenta que estoy tras su pista y de manera disimulada se levanta, con dos dedos le pega a la colilla del cigarrillo que vuela por el aire dando giros hasta caer cerca de un charco. La atrapo del pelo y la arrastro hasta una esquina donde a punto de llorar me grita desesperada que no sabe nada, que no sabe nada. La amenazo con amarrarle los zapatos y darle una patada a la lonchera. Grita, llora y patalea pero se mantiene firme hasta que me le acerco a los cordones. No aguantó la presión...”C.... que no hiciste nada!!! Mejor dicho!!!yo solo te vi tratando de trepar las paredes y bailando la canción de pedro el escamoso encima de la nevera!!!...no me amarres los zapatos por favor!!!!...”Tuve que dejarla, es demasiado blandengue. Pero la labor no ha terminado y debo seguir recolectando las pistas de mi vida.
No tengo pruebas para refutar los comentarios que se difunden velozmente en los pasillos, así que solo me queda esperar que el rumor se expanda y que en su elasticidad pierda cualquier rasgo de estructura narrativa y terminen hablando de otro y de otra vaina. Aunque ese otro puedo terminar siendo yo, y no él. Solo queda rebotar entre comentarios y desvanecer lo que ya es ajeno, ese espacio de la memoria que se pierde entre tantas voces y tanta mierda. Momentos sin salida.
Alguien me cuenta que antes de resbalarme con mi propio vomito y caer por las escaleras, reconocí en mi una especie de superman e intenté botarme por la ventana. Seguro creí que podía volar, o él era lo suficientemente valiente para matarse. Caí sobre los orines de alguien más (supe luego), y empecé a limpiarlos con mi ropa, es decir, hice de mi cuerpo un trapero. Puede que todo sea mentira, no tengo pruebas. Sin embargo no puedo decir nada al respecto.
Me siento en la cama, leo la famosa historia de Dr. Jekyll y Mr Hyde. Seguramente el brebaje era alcohol, seguramente ese era yo. Me levanto y trato de reconocer mi cuerpo en el espejo. Estoy seguro de quien soy, y no siento que él este por ahí. Sin embargo, hasta ahora es jueves y el fin de semana no se ha manifestado...