viernes, abril 11, 2008

Terrorismo vacuno
Me preocupan las vacas. Últimamente cuando las veo siento que se traen algo entre manos. Pero luego retomo lo que estoy diciendo para darme cuenta de que no tienen manos. Debe ser difícil traerse algo entre manos y no tener la forma de tener algo entre manos, por falta de manos pero por falta de claridad política. En una reunión del sexto congreso clandestino para la liberación vacuna se intentó dejar claro un comunicado, que se traía algo entre patas, pero el problema es que el racismo vacuno impidió un lenguaje común. Mejor dicho, salió una declaración en la que no se decía ni Mu.

Aunque yo, en mi calculo político, sí creo que hay una estructura clandestina formada al estilo de “red” en las vacas. De la red o de la leche. Eso también las debe poner de mal genio. Yo me sentiría ofendida, si fuera vaca, con todos esos manes cogiendome mis tetas y luego ni siquiera una llamada. Abusivos todos, irrespetuosos todos. Y a nadie le importa, como si fuera lo más normal. Una pobre vaca después de esa violación en público trata de bañarse, de quitarse la suciedad, llora y muge en la bañera que le construye su dueño (por que además, son un objeto) y trata de sobrellevar su dolor mientras rumia en el potrero.

La combinación entre el inconformismo y la creciente conciencia de vaca probablemente haya generado algún proceso organizativo, una suerte de organización clandestina radical por la liberación de las vacas, con un lenguaje secreto y unas señas solo comprendidas para el buen entendedor (pues porque para él, pocas palabras). Las vacas son radicales, estas dispuestas a todo para dejar claras sus posiciones. Yo tampoco es que las haya visto en muchas posiciones. Están ahí, de cuatro patas, acostadas sobre ellas, o botadas de lado, o de pie, mugiendo o rumiando. No me vengan a decir, porque es que se parecen más a esos mamertos rumiantes que no hacen nada y no dejan trabajar. Echados por ahí y luego jodiendo.

Las vacas son el ejemplo más claro de esa calma peligrosa, de la conspiración silente, del momento anterior al ataque final. Yo por eso me las como y me siento como Pinochet. Se lo que son, lo que hacen y lo que quieren. Buscan destruirnos, atacarnos y crear su régimen de pasto, rumiadera y solo cuatro poses de existencia. La defensa de nuestra vida, tal como la conocemos, pasa sin lugar a dudas por la necesidad de reconocer este estado de guerra y la posibilidad de llevar a cabo un voto que diga que estamos dispuestos a llegar a las últimas consecuencias para proteger la vida tal y la conocemos.

En el camino se para una vaca. Son las tres de la mañana y están reunidas en la carretera. Habiendo aprendido de los argentinos, deciden realizar un corte de ruta. Están ahí, en la oscuridad, rumiando algo definitivamente peligroso. Caminan tranquilas, con esa calma que les da saber el camino de su lucha y la comprensión de la guerra vacunar prolongada. Nosotros venimos rápido. Conocemos la zona, sabemos del terrorismo vacuno. Nos han llegado las mas terribles historias que hablan de cómo ellas se deciden entregarlo todo por su causa. Una luz en el horizonte se nos enfrenta, es un camión con las luces altas. Bajamos las luces, hacemos la señal humana que busca en el otro la solidaridad, el acompañamiento, la necesidad de estar juntos en esta pelea. El camión no baja las luces, quedamos ciegos por un momento, nuestros ojos lavados por esa luz naranja-amarilla y por un instante, nos damos cuenta que las vacas han infiltrado el gremio transportador, que tal vez hayan aprendido a manejar camiones y que estén preparando la ofensiva contra las ciudades.

Ahora, cuando nuestros ojos vuelven a acomodarse a la oscuridad y la ligera luz de nuestro carro, la observamos a ella. Ancha y gigante, presentándonos una de sus cuatro poses, mirando hacia la inmensidad del llano inobservable a esta hora. Sabe que estamos ahí, gira su cuello y arenga un largo y combatiente “MUUUU!!”. Ha decidido inmolarse por su pueblo, llevar su lucha hasta las últimas consecuencias. Golpea el carro, cae sobre el suelo, se arrastra mientras nosotros tratamos de controlar el vehículo y pensamos en nuestro final, en la guerra, en la necesidad de acabar de una vez por todas con las vacas del mundo que han decidido tomarse el poder por la vía violenta. La vaca muere y en nosotros quedan los vidrios y la certeza de que la guerra hasta ahora está comenzando…

miércoles, abril 02, 2008

Frente Antibelico por la Revolución del Cariño.

El pacifismo jipi de las FARC no tiene límites. Ellos, en respuesta al concierto de la paz sin fronteras organizado por juanes, querían botar la casa por la ventana. Iban a cambiar la historia de este país en cuanto a la música, estaban dispuestos a mostranos a todos su sensibilidad.
El woodstockmayo, planeado en aquella maravillosa región colindante entre otras con ecuador, iba a ser celebrado a finales de abril. Todo estaba listo, la tarima, el sonido, las bandas, los discursos, los invitados internacionales, los que iban a tocar el himno de colombia mientras le hacian el amor a la guitarra y luego la quemaban, todos iban estar en la frontera para demostrar que las FARC si son sensibles y pacíficas.

Pero claro, el narcofascismo de este país decidió continuar su política guerrerista y manipuladora porque le tiene miedo al amor y la paz de aquellos que luchan por construir un mundo distinto en las montañas de Colombia. Lo único que faltaba, el toque perfecto para amenizar el concierto, fue incautado en Cali ayer y los pobrecitos de las farc se quedaron sin la bareta para hacer el toque y tocar bongoes en la selva.