un top

En el año suenan cosas buenas y otras que no lo son tanto, pero el final, cuando llegamos al final, lo que menos importa es el disco, el músico, la música, el año. La música tiene un aire de lo que Benjamín –refiriéndose a Baudelaire- llama remembranza. Ese inmediato volver de los sentidos que rompe el espacio-tiempo y nos deja en la mitad de una calle esperando su retorno al cuerpo.

A finales del año recuperé un computador con canciones que tenía desde el 97, en mis primeros pinitos ripeando música. Mientras la pongo a sonar pareciera que se hubieran perdido años de mi vida, pero solo pasaron unos meses, que estaban refundidos en mi memoria. Y Recordé la primer vez que oí megadeth (que no fue ningún disco clásico, por cierto, el primero que oí de ellos) y luego irrumpió también una tarde en la que con mi novia nos acostamos en la cama a cantar “rata de dos patas” de paquita la del barrio, y la última vez que en televisión vimos el video de los tres menores. Siempre terminaba hablando del disco de Ry Cooder “chavez ravine” y de cómo para leer la 4 parte de 2666 tenía que comenzar por oír ese disco. Luego aparecen esas discusiones confusas con varias cervezas o guaros encima con alguien sobre el tango y los cambios del tango. Obligándome a oír “tinta roja” y llegar la siguiente semana a decir que no, y luego que sí, y luego que no, y entre semana un amigo mandando mensajes diciendo que estaba loco por siquiera haber bajado el disco, y yo le decía que si, pero que no, que si, que no. Retomar el narcotango como si nunca hubiera estado ahí , como si me lo saltara deliberadamente, como algo que es mejor olvidar pero mantener en los archivos y esperar la obligación de ser tomado en cuenta.

Descubrí “composition #40” de James Carter y reí con sus últimas notas, volví al concierto de cumpleaños de Pastorius, a Sun ra y cuando prendí el viejo computador otra vez, escuchando “autumm leaves” casi me desmayo. Me encontré sin quererlo con Abdullah ibrahim, Chris Bowden y por 5 días seguidos traté de desenmarañar el disco de Clifford Gilberto con el único resultado de su rotación en varias manos y la posterior demencia colectiva.

Buscando un disco de as the sun Sets me estrellé con nighthawks. El sonido de la trompeta de “take the L train (to brooklyn)” de los brooklyn funk Essentials, aquellas conversaciones sobre NY, los sueños. Toda la potencia de la vida, de muchas vidas alrededor mio se resumieron en el sonido del metro y la trompeta de esa canción. Y luego, como una coincidencia deliberada, los nighthawks..

En algún momento apareció Tool y las discusiones volvieron, que si era el más o el menos, y una noche, mientras oímos 10000 thousand days, los debates terminaron en el silencio y la sonrisa. Luego Deftones, sus rumores, la turbulencia decadente de chino moreno, el retorno de una mujer a la portada, “cherry waves”, “beware”, la compra de la boleta, el corrientazo que se pasa por la espina dorsal y que viene repitiéndose desde aquella noche en que me enteré que venía slayer.

Noches cantando una versión inteligible para el mundo de “tonight”, mientras nuestros amigos se encontraron, primero riéndose de nosotros y luego tarareando la misma tontería en la sala. Otra, mientras caminando hacia el encuentro con alguien, escuchaba “illumine” de Cronian, seguro de que afuera, en el mundo, me invadía el reggaeton o el merengue o juanes o algo así, pero el escuadrón no podía afinar la emboscada y en mi cabeza seguía sonando Cronian.

En esa fuga flotante que significan los audífonos recordé mis 15 años, cuando la escena underground que pagó tu papá, y que tú te creíste que era verdad deambulaba como un espectro perdido que era capaz de contar la vida de tantos en la ciudad.

Deambulando por este mismo blog terminé oyendo “querido FBI”, sintiendo en las venas la rabia, una rabia que confunde y que orienta hacia ningún lado. “yo creía en las armas” decía Roberto Bolaño. Aún me pregunto que dirá calle trece. Pero me obligué a oir Kanye West y sus cachetes que rebotan como pelotas en los videos y disfrutar esas extrañas liricas llenas de sarcasmo y autosuficiencia. El concierto en vivo del panteón Rococó, el ska libertario, anarco, rojo, verde, los vientos de jagga jazzist, la insoportable sensación de vació al volver a oír ruben blades. La manera en que mi hermanita, mi novia y yo nos reíamos en mi cuarto bailando canciones de la 33 con los muñecos de ella como pareja.

La explosión de energía de killswitch engage, la fabulosa ira locomotora de hatebreed y lamb of god. Descubrir Gojira, volver a suno))). Una extraña sensación de Deja vu con shadowsfall, una calurosa sensación de deja vu con Hawkwind y el repaso por led zeppelín. En algún momento, mientras retomaba “artifacts of the black rain”, in flames decidió publicar el come clarity. Y yo trataba impunemente de entenderlo, de oír los anteriores, de buscar los rezagos de las guitarras acústicas, hasta que lo deseché, no pude más. Al final, reconstruyendo los retazos de nuestra potencia política, los fragmentos refundidos de la memoria de la izquierda, lenine, Chico Barque, O rappa.

Vuelve Bolaño a decir que las pequeñas obras son camuflaje, camuflaje inevitable en el bosque del arte. Que las pequeñas obras no existen pero que esconden las grandes obras. Existen sin existir. En mis recuerdos del año solo está la música y la manera en que me permite moverme a otros planos, detenerme y esperar el regreso y recordar que fue un buen año. y se me pierden tantas canciones, tantos recuerdos…